Bruno, un cuarentón que vive con
su hija, no quiere acompañar a su novia Alejandra a un viaje por la Costa
Atlántica, pero cuando ella desaparece y su auto se encuentra abandonado en un
lugar donde, según él, no debería estar, se niega a creer que su novia se haya
suicidado o sufrido un accidente, como todos parecen creer.
Decide entonces
reconstruir los pasos de Alejandra los días previos a su desaparición. Para
esto, viaja a Ciudad del Mar, donde es recibido con desconfianza y donde nadie
quiere hablar, más que para advertirle que no vaya por la noche a una playa
donde cantan los chicos muertos, atrayendo a los incautos hacia el mar.
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